Domingo por la noche, un asqueroso
día empieza en unas horas. Una cruz más en ese calendario. En el que cuento los
días, tacho y rezo porque se pase pronto la semana y llegue el fin de semana.
Otros lo hacen para salir, para ir de fiesta. Pero yo deseo huir de ese
edificio, de esas personas que no saben lo que hacen, que sé que tienen sentimientos pero les da
miedo sacarlos a la luz. A mí también me da miedo.
Ya son las diez de la noche,
preparo la mochila, meto pañuelos en la mochila para secar la sangre. Para
quitar las lágrimas. Para tapar mi cara de miedo, mi cara de terror. Mi cara de
tristeza. No sé con quien hablar.
Me tumbo en la cama y pienso en mis
cosas, en como huir a la hora del recreo. A los cinco minutos de descanso entre
clase y clase. Preparo mi cara de dolor de tripa para escapar de allí. Pero no
creo que funcione muchos días más, llevo sin ir al instituto o yéndome de allí
dos semanas. Sé que mi madre va a saber que es mentira.
Ya son las doce. Sigo en el
ordenador, chateando con todos y escribiendo tweets. Descargo mi ira contra el
teclado. Llevo dos días conteniéndome. Pero mañana ya voy a ese asqueroso
instituto en el que lo único que me llena es verle a ella. Sonriendo por la
mañana, irme de esta casa, dejar de ver a mis padres, y ver esa cara. Lo único
que me alegra. Sé que a ella le encantan los que no muestran sus sentimientos,
esos que van por la vida sin rumbo, de los que huyes por la calle. Y aunque yo
no sea así, lo hago por ella. Por su
atención, su mirada. Pero yo no sé que estoy equivocado, que a ella le repugno
solo por ser quien no soy en realidad. Pero a mí si no me dicen que me equivoco
no paro. Yo sigo. Quiero que se fije en mí de una vez, no quiero a esas que van
detrás de mí. Esos líos de una noche, borrachos sin sentimientos.
Llego a la puerta, sujeto mi abrigo
con fuerza. Cierro los ojos y a
continuación miro para todos los lados. No está, no ha venido. Estoy mucho más
tranquilo, ahora sé que no voy a tener que fingir para irme a casa, para
desaparecer. Pero mientras me ahogo en mis pensamientos noto que alguien se
acerca por detrás, me zarandean de lado a lado, me tiran de la mochila, y ahí
está él, ya ha venido, se acerca a ella. Pero como si nada, ella no se fija en
él, pero en mí tampoco. Pero eso ahora no me importa, él ha cogido mi mochila,
Step coge mi mochila, la abre y le da vuelta, veo como mis libros caen, veo
como los bolígrafos que no estaban
dentro del estuche se escapan. No tiene bastante con tirar mis cosas al suelo
que me coge a mí también, me empuja a la carretera. Me quedo ahí, quieto, pero
noto que algo se acerca, es un coche, ruedo por el suelo para salvarme de ese
atropello.
Y así, boca a bajo la miro de
reojo, está con ellos. Se ríen de mí. Pero ella solo me mira, y pone cara
triste. No me sirve con que me miren con tristeza, si no haces nada, si miras
para otro lado no vas a solucionar nada. Es como si hubiera oído mis
pensamientos, veo como se acerca, retiro la mirada mientras Step le grita “¡Eh,
Lorena! ¿A dónde vas? No pierdas tu tiempo con ese patético.”
- ¿Eh? Sí, ve con ellos o te mirarán mal por estar hablando conmigo.
- No desperdicies tu vida por ese gilipollas, no vale nada, tú vales mucho más y tienes que darte cuenta, si no te das cuenta tú, nadie más se va a dar cuenta. Hazte valer.
- Gracias, es algo que se agradece.
- No tienes que darme las gracias. – Lorena se levanta y estira la mano ayudando a Roberto a levantarse.
- ¿En qué momento de locura se te ha ocurrido ayudarme?
- Desde que me he dado cuenta de que aquí uno manda, otro sufre y los demás miran sin hacer nada. Desde que alguien descargó su ira contra alguien que no había hecho nada, que lo necesita todo, pero no ser despreciado de estas maneras. Desde que sé que todos tenemos un papel, y el mío, y el de todos los que miran es ayudarte y no aplaudir a “ese”. –Le ha llamado “ese”, tengo un momento de confusión, han cambiado los papeles. ¿Quién es el bueno y quién es el malo? Pero eso ya me da igual, subo con Lorena a clase, pero otra vez, él. Antes de entrar, me dice que lo siente pero que tiene que ir con él, que si no le hará daño.
Me
sorprende, porque yo sé que a él también le gusta, ¿cómo puedes hacer daño a
una persona a la que quieres? Eso es de no ser persona.
Dejando
atrás todo ese día, ya ha pasado un mes, y todo seguía igual hasta ayer. Él me
pegaba y se chuleaba delante de todos mientras los demás miraban y ponían cara
de pena.
Ayer, el
día que siempre voy a recordar. Yo no he dicho nada por miedo, temo que si digo
algo me pueda hacer algo peor de lo que hace a menudo, pero yo no he sido esta
vez. Ha sido ella, Lorena, nadie lo sabe, lo dijo en anónimo, y no creo que
nadie sospeche de ella.
Step ya no
es nadie, le han puesto en su sitio, no creo que unas faltas y expulsiones
sirvan para mucho por cómo es él, pero algo es algo. Ya nadie le hace caso,
supongo que se han dado cuenta de que no hacía nada bien ni de que no era
ningún héroe. A mí ya no me tocan, estoy feliz.
Feliz, que
palabra tan bonita, ¿no? Nunca la había pronunciado con un yo delante. Me
gusta.
Y otro mes
más.
Sigue sin
ser nadie, pero ahora, ¿yo quién soy? Me habla todo el mundo, los que antes ni
me miraban me cuentan sus cosas, ¿qué ha cambiado? ¿Hemos cambiado otra vez los
papeles? A él no le habla nadie y a mí todos.
Alguien me
empuja por detrás, aparto mis pensamientos y vuelvo al mundo real, es él, está
tirado en el suelo, los demás como siempre mirando, sin hacer nada. Pero yo
esto ya lo he vivido y sé lo que es estar tirado en el suelo viendo como todos
te miran sin decir nada, algunos hasta sonríen de tu “mala suerte”, de tus
desgracias. Les aparto poco a poco, me abro paso entre la multitud y llego
hasta él, se ha debido de hacer un esguince, pero nadie le ayuda. Me agacho y
le sujeto con fuerza la mano, sin mirarme ni siquiera a la cara, sabiendo
perfectamente quién soy, me agarra a mí también y se apoya en el hombro. Le
acompaño a portería. No puede andar.
No quiero
nada a cambio, he hecho lo que deberían haber hecho todos hace mucho tiempo,
esos que se dedican a mirar sin reaccionar, que aplauden al malo de la película
pero a la vez miran con tristeza al que está en el suelo.
Sigue sin
mirarme, está sentado, esperando que vengan a buscarle, no ha dicho palabra,
pero no me es necesario.
Ya han
venido a buscarle, su tío, supongo que su padre estará trabajando, y su madre
también. Por un momento le estoy mirando como todos aquellos, pero eso no dura.
Le miro a la cara, me he dado cuenta de que me mira fijamente. Ya está de pie y
saliendo por la puerta cuando leo en sus labios un “gracias”.
Yo no
necesitaba las gracias, ni las miradas de compasión, ni nada de eso. Pero que
me las dé me ha hecho pensar en que las personas cambian, igual Step ha
cambiado por el mal camino, pero ha llegado a cambiar.
Si se
hubiera dado cuenta de lo que he sufrido yo, antes de quedarse solo, igual, las
cosas no habrían ido tan mal. No hacía falta tanto sufrimiento, tanto daño. Ese
daño causado durante meses, años. Esa indiferencia de los demás. Si nada
hubiera empezado. Él por su lado, yo por el mío.