Pajaritos deabuladores.

viernes, 29 de marzo de 2013

El tren de los sueños y la falta de billetes.

Yo ya no sé escribir si no son historias. Pero tú no sabes decir otra cosa que historias. Yo las escribo tú las dices. No tiene la misma repercusión, pero al fin y al cabo es lo mismo. 
A mí se me ha olvidado escribir párrafos con sentido. Yo ya lo único que sé hacer es ponerme música y ver fotos. Fotos que te transportan a otros sitios, que te hacen echar de menos a esas personas que alguna vez se acordaban de ti pero que ahora ya ni te saludan. Hacen que sonrías, que conozcas a personas geniales, que tengan los mismos gustos que tú. Personas tan parecidas y tan alejadas.
Un tren de los sueños. ¿Dónde está mi billete? 
¿Por qué yo no puedo ir a otras ciudades sin preocuparme por nada? ¿Por qué no puedo viajar a Santander sin que nadie me diga que no?
¿Por qué no me puedo vestir como yo quiera? 
¿Quién dice como se tiene que vestir la gente según el día?
Personas que no entienden que a mí siempre me va a gustar llevar converse, que no quiero otra cosa. Que yo no me veo bien con manoletinas. Que es la peor tortura del mundo. 
¿Por qué yo no puedo ir a Zaragoza ni un día? ¿Qué tengo que demostrar? ¿No he demostrado ya bastante?
Confianza es lo que nos hace falta a muchos. 
Parece que aquí la única que me entiende es la música. Que también te hace sonreír, pero muchas veces llorar. Canciones inoportunas que hacen que se te salten las lágrimas. Remueven el pasado y te hacen desconfiar del futuro. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Llueve.

Ahora me disponía a escribir un capítulo del libro que estoy escribiendo. Pero en mis cascos suena Paradise y no tengo ninguna inspiración para escribir otro capítulo de esos que no tienen sentido alguno. De todas formas, tampoco tengo inspiración para escribir aquí. 
Siempre que voy por la calle, con música, me invento historias sobre las personas que pasan a mi lado. Me imagino su vida. Me doy cuenta de las cosas y narro en mi cabeza como es todo. Supongo que ya es hora de publicar lo que escribí un día de enero:
Calles frías, un hombre que baja del coche mirando el móvil, así, ¿quién no cree en los zombies?
Dímelo a mí, que voy por la calle con el móvil escribiendo esto.
Restos de una lluvia en el suelo, zapatillas llenas de barro, la noche ya fría que tapa al sol, la oscuridad frenada por las farolas, un grupo de chicas que va cantando por la carretera, el sonido del viento al balancear los árboles. Gente que pasea a su perro, el sonido del río con el olor a tierra mojada. Luces de la ciudad que se comen las estrellas. Pitidos de coches, gente haciendo deporte, gente con pantalón largo y abrigo al lado de gente en pantalón corto y tirantes. Y es aquí cuando dudas de la inteligencia de las personas. De su tacto de si hace frío o calor. Gente que salta charcos y gente que salta problemas.