Pajaritos deabuladores.

domingo, 28 de julio de 2013

Sueños alcanzables.



Ya no sueño con príncipes, ahora sueño con ciudades. Ciudades plagadas de gente. Caras diferentes para ver todos los días, sonrisas verdaderas al contrario que las sonrisas falsas que son el pan de cada día. Sueño con ciudades en las que cada día tenga algo nuevo para ver.



Vivimos en una caja de zapatos y ya todos nos conocemos las cuatro paredes de cartón. Sabemos si tiene algún agujero y exactamente dónde está. Vivimos tan embutidos que nos es imposible no rozarnos cada día. El roce hace el cariño. Pero el roce desgasta, desgasta las relaciones entre unos y otros. El mundo es un pañuelo y nosotros vivimos en la esquina más pequeña de este. Salimos a ver ciudades y nos imaginamos nuestro futuro en éstas, hasta que volvemos a la realidad y alguien ha mojado nuestra caja de zapatos, todo nos parece diferente y a la vez peor que el último día que andamos por este cartón, casi deshecho, que necesita una mano de pintura.



Ciudades en las que nadie se conoce y se puede empezar de cero. Ciudades en las que puedes soñar despierto y no dormir nunca. Y cuando estás allí echas de menos tu casa. Echas de menos esas sonrisas falsas, pero te das cuenta de que tu vida no sería la misma sin eso. Te das cuenta de lo diferente que serías sin todo lo que has vivido entre esas cuatro paredes. Y piensas que si todavía estuvieras allí, algún día la monotonía te haría explotar. Te sentirías tan agobiada que ni el grito más agudo, ni el más grave, ni el más alto te desahogaría.



Estamos atados como perros que no pueden entrar en las tiendas. Somos coches clásicos a los que no sacan del garaje. Somos cucarachas, todas iguales. Somos la monotonía de otros y la nuestra. Somos claustrofóbicos en esta caja de cartón.

viernes, 29 de marzo de 2013

El tren de los sueños y la falta de billetes.

Yo ya no sé escribir si no son historias. Pero tú no sabes decir otra cosa que historias. Yo las escribo tú las dices. No tiene la misma repercusión, pero al fin y al cabo es lo mismo. 
A mí se me ha olvidado escribir párrafos con sentido. Yo ya lo único que sé hacer es ponerme música y ver fotos. Fotos que te transportan a otros sitios, que te hacen echar de menos a esas personas que alguna vez se acordaban de ti pero que ahora ya ni te saludan. Hacen que sonrías, que conozcas a personas geniales, que tengan los mismos gustos que tú. Personas tan parecidas y tan alejadas.
Un tren de los sueños. ¿Dónde está mi billete? 
¿Por qué yo no puedo ir a otras ciudades sin preocuparme por nada? ¿Por qué no puedo viajar a Santander sin que nadie me diga que no?
¿Por qué no me puedo vestir como yo quiera? 
¿Quién dice como se tiene que vestir la gente según el día?
Personas que no entienden que a mí siempre me va a gustar llevar converse, que no quiero otra cosa. Que yo no me veo bien con manoletinas. Que es la peor tortura del mundo. 
¿Por qué yo no puedo ir a Zaragoza ni un día? ¿Qué tengo que demostrar? ¿No he demostrado ya bastante?
Confianza es lo que nos hace falta a muchos. 
Parece que aquí la única que me entiende es la música. Que también te hace sonreír, pero muchas veces llorar. Canciones inoportunas que hacen que se te salten las lágrimas. Remueven el pasado y te hacen desconfiar del futuro. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Llueve.

Ahora me disponía a escribir un capítulo del libro que estoy escribiendo. Pero en mis cascos suena Paradise y no tengo ninguna inspiración para escribir otro capítulo de esos que no tienen sentido alguno. De todas formas, tampoco tengo inspiración para escribir aquí. 
Siempre que voy por la calle, con música, me invento historias sobre las personas que pasan a mi lado. Me imagino su vida. Me doy cuenta de las cosas y narro en mi cabeza como es todo. Supongo que ya es hora de publicar lo que escribí un día de enero:
Calles frías, un hombre que baja del coche mirando el móvil, así, ¿quién no cree en los zombies?
Dímelo a mí, que voy por la calle con el móvil escribiendo esto.
Restos de una lluvia en el suelo, zapatillas llenas de barro, la noche ya fría que tapa al sol, la oscuridad frenada por las farolas, un grupo de chicas que va cantando por la carretera, el sonido del viento al balancear los árboles. Gente que pasea a su perro, el sonido del río con el olor a tierra mojada. Luces de la ciudad que se comen las estrellas. Pitidos de coches, gente haciendo deporte, gente con pantalón largo y abrigo al lado de gente en pantalón corto y tirantes. Y es aquí cuando dudas de la inteligencia de las personas. De su tacto de si hace frío o calor. Gente que salta charcos y gente que salta problemas.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Ya todo son mentiras.



Mojar tus dedos en el agua para rozarlos con tu cara. Notar como se extiende el rímel oscureciendo tu rostro a la vez que se oscurece tu corazón. Sentir que te han engañada, una y otra vez. Sentir que para esa persona con la que pasabas tus días constantemente ya no eres nada. Que es esa persona la que te engaña, la que te miente. O la que simplemente te cuenta las cosas malas que le pasan, supongo que buscando un consuelo. Y yo, como gilipollas o buena persona, se lo doy. Vuelco mi alma por alguien que no me dijo el momento más feliz de su vida. El momento inolvidable que probablemente ya haya marcado en el calendario. Que siempre va a estar con ella. Notas como son ahora las lágrimas las que humedecen tus yemas de los dedos. Te sientes como ese rímel extra potente que no resistió la tormenta. Las heridas internas te hacen ahora sufrir. Te sientes estúpido ante algo con lo que no puedes luchar. Tanto tiempo. Lloras y piensas que has desperdiciado tu tiempo. Que nada de todo aquello que construiste sirve ahora. Que la tormenta ha roto los cimientos y que una nueva constructora está lista para derrumbarlo todo y crear algo nuevo. Un proyecto en el que tú no estás metido. Estás al margen. Eres polvo. Ya no eres nada. Puedes ser mucho, pero no para esa persona que te desprecia día sí y al otro también, que te toma por tonta cuando no lo eres. Que no puedes hacer nada porque temes perderla de nuevo. Que te sientes culpable cuando no lo eres. Quieres volver a empezar, plantarle cara al ojo de ese huracán y hacer que cambie todo el parte meteorológico. Pero no te sientes lo suficientemente fuerte.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Conceptos que destacan.

Ese afán por desaparecer. Esa angustia todas las mañanas. Ese sueño que nunca termina. Esa pesadilla que pisa ese sueño. Esa sonrisa que nunca vió la luz. Esos ojos que siempre están oscuros. Ese pelo suelto que tapa la cara. Esas venas que sobresalen por el brazo. Esos pies fríos debajo de esas Converse. Ese anillo con tanto significado. Esos puós que nunca dejan ver la palma de la mano. Esos nervios de todos los días. La falta de un reloj que hace que se pare el tiempo. La falta de una máquina para retroceder en él.
Esa sonrisa. Esos ojos que iluminan hasta el más allá. Ese pelo recogido que muestra las orejas. Deja ver esos pendientes de colores vivos a juego con la ropa. El afán por despertarse cada mañana. El temor a ver como se para el tiempo. Las pulseras que hacen ruidos con el moviniento de esas manos. Esas palmas, siempre pintadas de bolígrafo. El reloj que destaca. Los pies que se tuercen. La voz temblorosa. El alma con ganas de salir de fiesta.
Dos personas. Un mismo cuerpo. Días distintos. Suerte la mínima.

viernes, 11 de enero de 2013

SIN ESA INDIFERENCIA, SIN ESE DAÑO CAUSADO, SIN ESOS APLAUSOS TODO HABRÍA IDO A MEJOR DESDE EL PRINCIPIO.



Domingo por la noche, un asqueroso día empieza en unas horas. Una cruz más en ese calendario. En el que cuento los días, tacho y rezo porque se pase pronto la semana y llegue el fin de semana. Otros lo hacen para salir, para ir de fiesta. Pero yo deseo huir de ese edificio, de esas personas que no saben lo que hacen,  que sé que tienen sentimientos pero les da miedo sacarlos a la luz. A mí también me da miedo.
Ya son las diez de la noche, preparo la mochila, meto pañuelos en la mochila para secar la sangre. Para quitar las lágrimas. Para tapar mi cara de miedo, mi cara de terror. Mi cara de tristeza. No sé con quien hablar.
Me tumbo en la cama y pienso en mis cosas, en como huir a la hora del recreo. A los cinco minutos de descanso entre clase y clase. Preparo mi cara de dolor de tripa para escapar de allí. Pero no creo que funcione muchos días más, llevo sin ir al instituto o yéndome de allí dos semanas. Sé que mi madre va a saber que es mentira.
Ya son las doce. Sigo en el ordenador, chateando con todos y escribiendo tweets. Descargo mi ira contra el teclado. Llevo dos días conteniéndome. Pero mañana ya voy a ese asqueroso instituto en el que lo único que me llena es verle a ella. Sonriendo por la mañana, irme de esta casa, dejar de ver a mis padres, y ver esa cara. Lo único que me alegra. Sé que a ella le encantan los que no muestran sus sentimientos, esos que van por la vida sin rumbo, de los que huyes por la calle. Y aunque yo no sea así, lo hago por ella.  Por su atención, su mirada. Pero yo no sé que estoy equivocado, que a ella le repugno solo por ser quien no soy en realidad. Pero a mí si no me dicen que me equivoco no paro. Yo sigo. Quiero que se fije en mí de una vez, no quiero a esas que van detrás de mí. Esos líos de una noche, borrachos sin sentimientos.
Llego a la puerta, sujeto mi abrigo con fuerza.  Cierro los ojos y a continuación miro para todos los lados. No está, no ha venido. Estoy mucho más tranquilo, ahora sé que no voy a tener que fingir para irme a casa, para desaparecer. Pero mientras me ahogo en mis pensamientos noto que alguien se acerca por detrás, me zarandean de lado a lado, me tiran de la mochila, y ahí está él, ya ha venido, se acerca a ella. Pero como si nada, ella no se fija en él, pero en mí tampoco. Pero eso ahora no me importa, él ha cogido mi mochila, Step coge mi mochila, la abre y le da vuelta, veo como mis libros caen, veo como los bolígrafos  que no estaban dentro del estuche se escapan. No tiene bastante con tirar mis cosas al suelo que me coge a mí también, me empuja a la carretera. Me quedo ahí, quieto, pero noto que algo se acerca, es un coche, ruedo por el suelo para salvarme de ese atropello.
Y así, boca a bajo la miro de reojo, está con ellos. Se ríen de mí. Pero ella solo me mira, y pone cara triste. No me sirve con que me miren con tristeza, si no haces nada, si miras para otro lado no vas a solucionar nada. Es como si hubiera oído mis pensamientos, veo como se acerca, retiro la mirada mientras Step le grita “¡Eh, Lorena! ¿A dónde vas? No pierdas tu tiempo con ese patético.”

-          ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño? –Ella está aquí, sentada a mi lado, de piernas cruzadas preguntándome a mí, a “ese patético”. Me doy cuenta de que me está mirando fijamente.

-          ¿Eh? Sí, ve con ellos o te mirarán mal por estar hablando conmigo.

-          No desperdicies tu vida por ese gilipollas, no vale nada, tú vales mucho más y tienes que darte cuenta, si no te das cuenta tú, nadie más se va a dar cuenta. Hazte valer. 

-          Gracias, es algo que se agradece.

-          No tienes que darme las gracias. – Lorena se levanta y estira la mano ayudando a Roberto a levantarse.

-          ¿En qué momento de locura se te ha ocurrido ayudarme?

-          Desde que me he dado cuenta de que aquí uno manda, otro sufre y los demás miran sin hacer nada. Desde que alguien descargó su ira contra alguien que no había hecho nada, que lo necesita todo, pero no ser despreciado de estas maneras. Desde que sé que todos tenemos un papel, y el mío, y el de todos los que miran es ayudarte y no aplaudir a “ese”. –Le ha llamado “ese”, tengo un momento de confusión, han cambiado los papeles. ¿Quién es el bueno y quién es el malo? Pero eso ya me da igual, subo con Lorena a clase, pero otra vez, él. Antes de entrar, me dice que lo siente pero que tiene que ir con él, que si no le hará daño.
Me sorprende, porque yo sé que a él también le gusta, ¿cómo puedes hacer daño a una persona a la que quieres? Eso es de no ser persona.
Dejando atrás todo ese día, ya ha pasado un mes, y todo seguía igual hasta ayer. Él me pegaba y se chuleaba delante de todos mientras los demás miraban y ponían cara de pena.
Ayer, el día que siempre voy a recordar. Yo no he dicho nada por miedo, temo que si digo algo me pueda hacer algo peor de lo que hace a menudo, pero yo no he sido esta vez. Ha sido ella, Lorena, nadie lo sabe, lo dijo en anónimo, y no creo que nadie sospeche de ella.
Step ya no es nadie, le han puesto en su sitio, no creo que unas faltas y expulsiones sirvan para mucho por cómo es él, pero algo es algo. Ya nadie le hace caso, supongo que se han dado cuenta de que no hacía nada bien ni de que no era ningún héroe. A mí ya no me tocan, estoy feliz.
Feliz, que palabra tan bonita, ¿no? Nunca la había pronunciado con un yo delante. Me gusta.
Y otro mes más.
Sigue sin ser nadie, pero ahora, ¿yo quién soy? Me habla todo el mundo, los que antes ni me miraban me cuentan sus cosas, ¿qué ha cambiado? ¿Hemos cambiado otra vez los papeles? A él no le habla nadie y a mí todos.
Alguien me empuja por detrás, aparto mis pensamientos y vuelvo al mundo real, es él, está tirado en el suelo, los demás como siempre mirando, sin hacer nada. Pero yo esto ya lo he vivido y sé lo que es estar tirado en el suelo viendo como todos te miran sin decir nada, algunos hasta sonríen de tu “mala suerte”, de tus desgracias. Les aparto poco a poco, me abro paso entre la multitud y llego hasta él, se ha debido de hacer un esguince, pero nadie le ayuda. Me agacho y le sujeto con fuerza la mano, sin mirarme ni siquiera a la cara, sabiendo perfectamente quién soy, me agarra a mí también y se apoya en el hombro. Le acompaño a portería. No puede andar.
No quiero nada a cambio, he hecho lo que deberían haber hecho todos hace mucho tiempo, esos que se dedican a mirar sin reaccionar, que aplauden al malo de la película pero a la vez miran con tristeza al que está en el suelo.
Sigue sin mirarme, está sentado, esperando que vengan a buscarle, no ha dicho palabra, pero no me es necesario.
Ya han venido a buscarle, su tío, supongo que su padre estará trabajando, y su madre también. Por un momento le estoy mirando como todos aquellos, pero eso no dura. Le miro a la cara, me he dado cuenta de que me mira fijamente. Ya está de pie y saliendo por la puerta cuando leo en sus labios un “gracias”.
Yo no necesitaba las gracias, ni las miradas de compasión, ni nada de eso. Pero que me las dé me ha hecho pensar en que las personas cambian, igual Step ha cambiado por el mal camino, pero ha llegado a cambiar.
Si se hubiera dado cuenta de lo que he sufrido yo, antes de quedarse solo, igual, las cosas no habrían ido tan mal. No hacía falta tanto sufrimiento, tanto daño. Ese daño causado durante meses, años. Esa indiferencia de los demás. Si nada hubiera empezado. Él por su lado, yo por el mío.