Mojar tus dedos en el agua para
rozarlos con tu cara. Notar como se extiende el rímel oscureciendo tu rostro a
la vez que se oscurece tu corazón. Sentir que te han engañada, una y otra vez.
Sentir que para esa persona con la que pasabas tus días constantemente ya no
eres nada. Que es esa persona la que te engaña, la que te miente. O la que
simplemente te cuenta las cosas malas que le pasan, supongo que buscando un
consuelo. Y yo, como gilipollas o buena persona, se lo doy. Vuelco mi alma por
alguien que no me dijo el momento más feliz de su vida. El momento inolvidable
que probablemente ya haya marcado en el calendario. Que siempre va a estar con
ella. Notas como son ahora las lágrimas las que humedecen tus yemas de los dedos.
Te sientes como ese rímel extra potente que no resistió la tormenta. Las
heridas internas te hacen ahora sufrir. Te sientes estúpido ante algo con lo
que no puedes luchar. Tanto tiempo. Lloras y piensas que has desperdiciado tu
tiempo. Que nada de todo aquello que construiste sirve ahora. Que la tormenta
ha roto los cimientos y que una nueva constructora está lista para derrumbarlo
todo y crear algo nuevo. Un proyecto en el que tú no estás metido. Estás al
margen. Eres polvo. Ya no eres nada. Puedes ser mucho, pero no para esa persona
que te desprecia día sí y al otro también, que te toma por tonta cuando no lo
eres. Que no puedes hacer nada porque temes perderla de nuevo. Que te sientes
culpable cuando no lo eres. Quieres volver a empezar, plantarle cara al ojo de
ese huracán y hacer que cambie todo el parte meteorológico. Pero no te sientes
lo suficientemente fuerte.
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