Pajaritos deabuladores.

domingo, 17 de marzo de 2013

Llueve.

Ahora me disponía a escribir un capítulo del libro que estoy escribiendo. Pero en mis cascos suena Paradise y no tengo ninguna inspiración para escribir otro capítulo de esos que no tienen sentido alguno. De todas formas, tampoco tengo inspiración para escribir aquí. 
Siempre que voy por la calle, con música, me invento historias sobre las personas que pasan a mi lado. Me imagino su vida. Me doy cuenta de las cosas y narro en mi cabeza como es todo. Supongo que ya es hora de publicar lo que escribí un día de enero:
Calles frías, un hombre que baja del coche mirando el móvil, así, ¿quién no cree en los zombies?
Dímelo a mí, que voy por la calle con el móvil escribiendo esto.
Restos de una lluvia en el suelo, zapatillas llenas de barro, la noche ya fría que tapa al sol, la oscuridad frenada por las farolas, un grupo de chicas que va cantando por la carretera, el sonido del viento al balancear los árboles. Gente que pasea a su perro, el sonido del río con el olor a tierra mojada. Luces de la ciudad que se comen las estrellas. Pitidos de coches, gente haciendo deporte, gente con pantalón largo y abrigo al lado de gente en pantalón corto y tirantes. Y es aquí cuando dudas de la inteligencia de las personas. De su tacto de si hace frío o calor. Gente que salta charcos y gente que salta problemas.

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